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El reto de la adecuada asistencia sanitaria ante el envejecimiento

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De seguir la tendencia actual, España será a mitad de siglo el país más envejecido del mundo y tendrá un importante núcleo de población dependiente. La Dra. Mª Carmen Sebastianes, vicepresidenta 1ª del COM Cadiz y una de las coautoras del Estudio de Demografía Médica elaborado por la OMC en colaboración con CESM, sitúa los retos que sin dilación deben aplicarse desde el presente relativos a la formación de médicos o la implementación de fórmulas orientadas a mejorar la coordinación y la eficiencia de los recursos que se destinan a la asistencia sanitaria.  

Dra. Mª Carmen Sebastianes Marfil. Vicepresidenta 1º del COMCADIZ

 

El incremento de la esperanza de vida en las sociedades desarrolladas debido a los avances de la ciencia médica en las últimas décadas y a una mejora en la calidad de vida, unidas a una disminución de la tasa de natalidad, desembocan en un crecimiento acelerado en el porcentaje de personas mayores, que tiene como consecuencia un aumento del envejecimiento de la población.

 

Esta realidad preocupa de forma muy importante a las sociedades occidentales. Es cierto que puede ser un problema, dado que en esa etapa de la vida hay un incremento de las necesidades asistenciales que si se corresponde con una reducción de la población activa, de forma sostenida, y no se toman medidas correctoras adecuadas, se mermarían las posibilidades de prestación y la sostenibilidad de los servicios sanitarios podría verse afectada. Es por tanto necesario analizar en profundidad esta problemática para poder tener una visión completa de la situación y así lograr planificar los adecuados recursos.

 

Conocer la posible evolución en el tiempo de la población española es importante porque ello nos va a permitir realizar los ajustes oportunos. El Instituto Nacional de Estadística (INE), organismo autónomo de España, en su sección de demografía, nos ofrece simulaciones de población, basándose en los comportamientos observados de los procesos que la determinan: fecundidad, mortalidad y migración. De esta forma, si dichos comportamientos se mantienen estables, podríamos acercarnos a las cifras de población residente en España y a su estructura por edades en los próximos 15 y 50 años.

 

En este momento España es el quinto país más poblado de la Unión Europea (UE) aunque su densidad de población es menor que la de la mayoría de países de Europa Occidental. De mantenerse las tendencias demográficas actuales de nuestro país, perderíamos algo más de medio millón de habitantes en los próximos 15 años, una pérdida seguiría aumentando de forma progresiva, de tal forma que en 2066 llegaría a 5,4 millones de residentes. Es muy llamativo observar cómo la pérdida de habitantes de aquí al 2031 se concentra de forma importante en la población con edades comprendidas entre 30 y 49 años, que -no olvidemos- es el periodo de tiempo de mayor productividad en la vida de una persona.

 

En la actualidad ya podemos decir que el envejecimiento de la población en nuestro país es evidente. En el año 2016 los habitantes con edad superior a 65 años constituían el 18,7% del censo, pero la tendencia como hemos visto más arriba es a subir y podría ser del 25,6% en 2031 y llegar al 34,6% en 2066, sin perder de vista que de estos últimos el 30% serían mayores de 80 años. Las proyecciones elaboradas por la Organización de Naciones Unidas (ONU) son más pesimistas que las desarrolladas por el INE, ya que sitúan a España en el año 2050 como el país más envejecido del mundo, pues en esa fecha el 40% de la población se situaría por encima de los 60 años.

 

Hemos de tener siempre en cuenta que cuando hablemos de envejecimiento también lo hacemos de dependencia y por tanto de los recursos necesarios para afrontar esta situación. El Consejo de Europa en 1998 definió la dependencia como “como un estado en el que se encuentran las personas que, por razones ligadas a la falta o pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal”. La tasa de dependencia es el cociente en tanto por ciento entre población no activa (menores de 16 años más mayores de 65 años) y la población activa (población entre 16 y 65 años) y los cálculos de dependencia del total de la población para 2066 informan que será del 87,7% (64,9% para mayores de 65 años y del 22,8 para los menores de 16 años).

 

Naturalmente la distribución no es homogénea y nuestro país es el menos envejecido de los países occidentales dentro de la Unión Europea. En el 2015, el índice medio de dependencia en España era del 28,2%, siendo las comunidades autónomas del sur y las correspondientes a los archipiélagos de Baleares y Canarias las menos envejecidas, mientras que en las del norte es la Comunidad de Castilla-León la que tiene mayor número de habitantes con edad superior a los 65 años. 

 

La dependencia puede darse en cualquier etapa de la vida. La invalidez puede venir de la mano de enfermedades congénitas, de procesos que tienen una mala evolución, como consecuencia de accidentes y un largo etc. pero es con el envejecimiento cuando resulta frecuente encontrar que un paciente tiene varias enfermedades crónicas (depresión, diabetes, hipertensión, hipotiroidismo, cardiopatía isquémica…) lo que hace que requiera mayores cotas de asistencia, siendo ésta sobre todo a expensas de revisiones y control de descompensaciones. 

 

De forma habitual, estos pacientes son atendidos en primer lugar por el Médico de Familia que lo pasará a otros especialistas si así lo considera. Generalmente cuando son derivados es para ser atendidos generalmente por patologías de origen cardiovascular, neumólogico, digestivo, neurológico, nefrológico y reumatológico. Entre las necesidades quirúrgicas que precisan ingreso hospitalario destacan las intervenciones de traumatología y ortopedia así como la cirugía oncológica. Entre los servicios centrales, que son los que prestan servicios a otros, Anestesiología, Reanimación y Tratamiento del Dolor están entre las especialidades más demandadas, dado que además de los habituales cuidados perioperatorios (realizados en los circuitos quirúrgicos) y tratamientos en la Clínica del Dolor han de atender un aumento importante de exploraciones y tratamientos bajo anestesia, muy frecuentes en esta etapa de la vida y que suelen realizarse en salas habilitadas pero fuera de quirófano. 

 

Todos estos argumentos nos han de hacer pensar que:

 

Al igual que somos conscientes de la importancia de la especialidad de Pediatría y de todas sus subespecialidades, dado que el niño tiene unas connotaciones especiales, hemos de empezar a considerar que los pacientes mayores de 65 años también presentan patologías con características propias y para una adecuada asistencia han de ser tratados por personal cualificado y formado en Geriatría y Gerontología, así como adiestrar en estas materias a los facultativos de otras especialidades.

 

Es necesario adecuar todo tipo de recursos para poder realizar una correcta atención sanitaria. Más arriba hemos expuesto las especialidades médicas más demandadas en esta etapa de la vida y si ya tenemos una estimación de población residente podremos saber de forma bastante exacta las necesidades de recursos materiales y humanos para cada periodo. Se ha de tener en cuenta que la formación de un  médico especialista requiere de 10 a 11 años, dependiendo de la especialidad, por lo que si ya conocemos a través de simulaciones la población residente en nuestro país o comunidad autónoma y sus características dentro de diez años ya tenemos que estar formando a esos médicos para que llegado el momento esa población pueda ser atendida.

 

Dado que en los próximos años se va a producir una importante reducción de población activa y un llamativo crecimiento de la población dependiente, que requiere mayores cotas de asistencia, es necesario buscar fórmulas que mejoren la coordinación y eficiencia de los servicios que integran la asistencia sanitaria.

 

Debe ser un reto seguir avanzando en los estudios y en la promoción de hábitos que retrasen o minimicen el impacto que determinadas enfermedades originan en la vida diaria. De esta forma se conseguiría mantener la autonomía y la independencia de las personas hasta edades muy avanzadas. 

 

Se hace necesario concienciar a la población y a los gestores de la necesidad de buen gobierno que permita ver el futuro con cierto sosiego. Ya se habla con bastante frecuencia de la seria dificultad para poder mantener los servicios sanitarios, las prestaciones sociales e incluso las pensiones. No debemos olvidar que quienes hoy proporcionamos esos recursos que mejoran la calidad de vida de nuestros dependientes y los sostenemos vía impuestos seremos mañana quienes los perciban y exijan que las estructuras estén organizadas y den una eficaz respuesta a nuestras demandas asistenciales. 

Accede aquí al estudio completo

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